PAISAJE URBANO Y ESPACIO PÚBLICO
La Solana es tanto un nuevo barrio como una operación de reforestación y recualificación de los sistemas naturales existentes y latentes. El proyecto propone la cohabitación del sistema natural y el edificado, en una relación respetuosa y productiva para ambos. Posibilita la experiencia directa de la naturaleza y de sus ritmos, como espacio inmediato al doméstico.
La orientación de la edificación permite la captación de vistas próximas y lejanas y la instrumentación de técnicas bioclimáticas de eficiencia energética. El mantenimiento de pendientes y laderas garantiza la preservación de las brisas naturales y su utilización en el control de las condiciones de confort de espacios abiertos y edificados.


LA ESTRUCTURA PÚBLICA, VERTEBRADA DE LOS USOS
En La Solana la estructura pública vértebra la organización de los usos del suelo. El elemento icónico es el espacio público. En este barrio resulta natural y cómodo usar los corredores verdes y los recorridos peatonales para ir a comprar el pan, salir a correr, ir al médico, o que los niños jueguen fuera de casa.
El mirador de La Solana agrupa usos de servicios colectivos, comercio, restauración y ocio, propios del barrio. Es un ágora abierta a las vistas del sur, con árboles en lugar de columnas.
Los equipamientos, privados y públicos, ocupan una superficie inusualmente elevada. Ello es debido a la carencia identificada de equipamientos en el entorno, de tal forma que La Solana trasciende sus límites para contribuir a reequilibrar déficits urbanos existentes. Los equipamientos públicos se sitúan en conexión con el sistema verde, con calles principales y en puntos fácilmente accesibles a pie por los residentes. Los equipamientos privados resuelven las fachadas urbanas más públicas y se ubican en espacios de transición entre los bordes y las áreas residenciales.
ECOURBANISMO
En La Solana se aplica el principio de aportación de la mínima energía de activación para provocar la evolución del lugar hacia un nuevo estado de eficiencia y autonomía en la regeneración del espacio natural, en el comportamiento de la edificación, y en la interacción entre ambos.
La reforestación del lugar, árboles con casas, será un factor básico en la amortiguación de las condiciones climáticas extremas y en la captación de CO2. La interacción entre vegetación y edificación de lugar a un urbanismo de sombras, orientaciones y brisas y, con ello, de máxima eficacia de los sistemas pasivos.
La edificación se orienta en sentido norte-sur con diferencias de nivel que posibilitan la captura del viento, del soleamiento controlado, y la presencia de un régimen regular de corrientes ascendentes por la ladera, lo que, combinado, prácticamente elimina las necesidades de aportes energéticos para calefacción y reduce en gran medida las necesidades de frío en verano.
La estrategia de movilidad sostenible proyectada, en un lugar tradicionalmente dependiente del vehículo privado, supondrá una importante reducción en emisiones en comparación con los barrios vecinos, según las modelizaciones realizadas.
El tratamiento de los pavimentos se proyecta para evitar el efecto albedo y reducir el impacto de la isla de calor.

La preservación del sistema hídrico consolida una red de drenaje sostenible y de regulación de avenidas, reduciendo la necesidad de infraestructura gris. Los recorridos del agua se complementan con la implantación de lagunas de retención y filtrado.
Dadas las condiciones óptimas del lugar la generación de energía limpia se confía principalmente a la captación solar, con un sistema de microrredes interconectadas de producción, almacenamiento y distribución.

El potencial de autosuficiencia energética de La Solana es muy alto, siendo la manzana tipo, unifamiliar, colectiva o de equipamientos y servicios, la célula básica del metabolismo urbano.